El joyero de la artesana III

EL ARTE DEL ARABESCO

Tras tantos años de arte abstracto cuesta creer que no se haya entendido todavía que todos los artes musulmanes no figurativos que se agrupan bajo el término general del arte del arabesco, y cuyo origen está en un vértigo del espíritu ante las posibilidades de la línea dialogando consigo misma y con las demás, no constituyen artes menores en absoluto, ni artes de la “ornamentación” como se dice por ahí, sino que muy al contrario representan una de las dos grandes líneas abiertas a la creación pura del espíritu por el lenguaje plástico, sea cual sea el soporte utilizado. Se comprueba esta meditación espiritual de la línea en las iluminaciones de los libros, en las tallas de las maderas, en el trabajo de los metales, las cerámicas o los muros de las mezquitas, valiéndose de la caligrafía y encadenándola a su movimiento que le ofrece el contrapunto de un coro sobre el cual se destaca su voz : “¡Alá es el único dios!”. La reconoceremos en composiciones de una sola voz y en polifonías, figuras, sinfonías y conciertos. Y esta comparación con la música no es sólo una metáfora superficial. La música tampoco representa nada y en este sentido ella es también un puro entrelazar arabescos sonoros.

Alexandre Papadopoulo (“El islam y el arte musulmán”)

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