Extendí la sábana
y acerqué el embozo para comprobar el derecho del bordado:
Guirnaldas de pequeñas flores que al pasar la mano me devolvieron al lugar donde mi madre pasaba las horas.
Tardes en que el monótono ruido de la máquina de coser y las radionovelas se entremezclaban.
Noches en que desde mi cama su pedaleo sonaba como una nana sin besos.
Acariciándolas, me pregunto si bordaba flores para espantar su soledad.